19 diciembre 2006

75º ANIVERSARIO DEL A.H.P. DE ÁVILA

VISITA AL ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ÁVILA: TODO LLEGA

Archivo Histórico Provincial de Ávila












Vicenta Cortés Alonso
El hecho de que los Archivos Históricos Provinciales se fueran creando desde 1931, el primero fue, precisamente, el de Ávila, y de que consiguiera un local propio y adecuado independiente de la Casa de Cultura, era siempre una noticia que me alegraba, tanto cuando tenía que visitarlos por mi trabajo, la Inspección General, como ahora que lo hago por comprobar lo que he ido leyendo y escuchando sobre las buenas novedades. Así como por felicitar a los colegas que tanto trabajan para conseguirlo. Seguí con interés el caso de Ávila y, por fin, he podido ir allí, al AHP, “edificio con declaración monumental rehabilitado con incorporación de partes nuevas, según los proyectos de Marián Álvarez-Builla y Joaquín Ibáñez, en el que se ha conseguido adecuar las construcciones conservadas y de nueva planta a las normas y características especiales para lograr la máxima funcionalidad de los servicios que presta este archivo”, como leemos en el tríptico redactado por su directora Teresa González, que lo atiende desde hace siete años.
Su atención y cuidado en mostrarnos el centro, conocer al personal y adelantarnos sus más recientes donativos de documentos privados, no han hecho más que confirmar nuestro orgullo por pertenecer a esta profesión, en general poco conocida y reconocida. Porque, amigos, si leemos que los fondos son unos 10 kilómetros entre documentos públicos y privados que se sirven a los ciudadanos, sean investigadores o no, ¿cómo es posible que haya una sola archivera y no cinco, como el material custodiado y servido establece como baremo internacional? Es lógico que muchos fondos incluyan en su descripción el paréntesis: “en organización”.
Deseamos mucho que este fallo se vaya salvando, de manera que se creen puestos de archivero permanente, aparte de los contratos temporales que ahora permiten mantener con coraje el día a día. Nos encantaría que así fuera, y no muy tarde, cuando hiciéramos una visita.
Por cierto, no queremos dejar de animaros a que visitéis la exposición conmemorativa del 75 aniversario de la fundación del Archivo.

REPOSICIÓN DE NOTA A PETICIÓN DE NUESTROS LECTORES

¿ESTÁ CERRADO EL ARCHIVO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN? ¿HASTA CUANDO?

(Nota publicada en este Blog el 28 de noviembre de 2006)

Juta Directiva

“Por obras que afectan al sistema de calefacción del archivo, se cierra temporalmente la sala de usuarios del centro hasta nuevo aviso. Disculpen las molestias que se puedan ocasionar.” Este escueto anuncio aparecía en la página web del Archivo General de la Administración el pasado día 21 de noviembre, firmado por el director de ese centro.
No es precisamente un dechado de claridad informativa, la perla en cuestión. No sabemos si la ambigüedad de la noticia responde a una incapacidad de transmisión clara de los mensajes o a una vergonzante confirmación de la realidad con la que se han enfrentado los usuarios del archivo a partir de esa fecha: el cierre del Archivo General de la Administración a toda actividad. Ni siquiera el omnipotente alcalde Gallardón osaría cerrar una línea de metro sin anunciarlo con varios días de anticipación y sin dar una fecha aproximada de reapertura. En el caso que nos ocupa, lo más grave es que ni siquiera se ha informado de la situación real; podría pensarse, por la lectura del anuncio, que los usuarios pueden seguir acudiendo a buscar datos catastrales, a ver la exposición sobre los Baroja, o a consultar documentos en una sala distinta de la de investigadores (sólo se indica que se cierra tal sala, pero no se dice nada del resto de dependencias de las que se podría pensar que continúan abiertas). Sólo acudiendo al centro se adquiere conocimiento del alcance real de la situación.
El Ministerio de Cultura debe hacer, urgentemente, una nota informativa aclaratoria y, por favor, que la haga de forma transparente y no semiclandestina o de tapadillo. En una línea de coherencia con la política anunciada de ruptura de barreras al acceso a los archivos (de la que sería ejemplo paradigmático el decreto de eliminación de la Tarjeta Nacional de Investigador) se debe explicar por qué se ha producido este cierre y cuanto tiempo va a durar; es inaceptable lo de “hasta nuevo aviso”, terminología absolutamente en desuso en una administración que trata de ser transparente; ya se podía haber indicado un cálculo aproximado del período de cierre: no da lo mismo una semana que tres meses, por poner un ejemplo (no nos atrevemos a pensar en años, aunque la falta de concreción no invita, precisamente, a despejar preocupaciones). Se han de explicar los imponderables que han hecho imposible continuar con el funcionamiento normal del centro y que, obviamente, responderán a algo más que a una reparación de la calefacción. Porque, si bien en los archivos estamos acostumbrados a convivir con las obras, de gran envergadura en muchos casos, y obligadas casi siempre para mantener en óptimas condiciones edificios que requieren de un mantenimiento continuo, salvo en muy contadas excepciones, esos trabajos no han dado lugar a la cancelación de los servicios públicos; es de resaltar que particular cuidado se ha puesto siempre en garantizar, a pesar de las obras, el acceso a los fondos y los servicios de atención a los usuarios.
Es una exigencia democrática (eso sí que sería romper barreras al acceso) que un centro con un volumen de usuarios como el que tiene el AGA y con unos fondos de la importancia de los conservados en Alcalá, abra sus puertas al público en un horario más amplio del que hasta ahora ha venido manteniendo. La Asociación de Archiveros Españoles en la Función Pública ya ha manifestado, en su texto en defensa de los archivos públicos, su demanda de que los archivos generales se doten de los medios humanos y materiales necesarios para que puedan abrir también en horario de tarde e, incluso, los sábados. Pero, si eso no es posible hasta que se hagan las modificaciones presupuestarias y de plantillas necesarias, cuya planificación es comprensible que lleve meses, que al menos no cierren sus instalaciones sin informar debidamente a los usuarios y sin dar una explicación aceptable de los motivos que han llevado a tal decisión.

04 diciembre 2006

Reapertura del Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares

Junta Directiva

Recibimos con alegría la noticia de la reapertura del Archivo General de la Administración. Del mismo modo, pedimos disculpas si alguien ha encontrado en nuestro mensaje-pregunta del día 28 gruesas palabras; nuestra intención no era ofender a nadie personalmente. Es cierto que la expresión “una incapacidad de transmisión clara de los mensajes” ha sido desafortunada. En nuestra defensa insistiremos en que nos han movido a publicar esta nota la trascendencia y la gravedad de medidas como ésta, que ha llevado al cierre de uno de los más importantes archivos del Estado, y, sobre todo, el que se hayan tomado sin reconocimiento oficial de tal hecho. Lo hacíamos con esa tonalidad irónica no porque consideráramos al responsable de su redacción incapaz de expresarse con corrección, sino por nuestro temor a que no se quisieran decir las cosas con claridad; y con esa expresión de comparación se pretendía reforzar nuestra creencia de que, conscientemente, se estaba difuminando la realidad. Es más, la nota de reapertura vendría a confirmar esos temores: no habla de reapertura del Archivo sino de la sala de investigadores, manteniendo el equívoco de que sólo se ha cerrado esa sala y sin dar carta de naturaleza al cierre del centro.

Por otra parte, hubo una coincidencia, la publicación el mismo día de nuestra nota y del decreto sobre la TNI, que nos ha llevado a error. Preparada la nota sobre el cierre el día anterior, se hacía referencia al decreto sobre la supresión de la TNI como “nonato” (ha tardado más de un mes en publicarse desde que se anunciara la medida). Tras publicarse el citado decreto al día siguiente, una vez conocido el mismo, hemos procedido a rectificar nuestro texto, quitando ese calificativo.

En todo caso, queremos agradecer muy sinceramente los comentarios recibidos a nuestra nota. Nos son muy útiles para evitar errores, así como para tratar de corregir nuestro estilo y para no provocar equívocos o malos entendidos. No nos interesan las guerras personales sino la realidad de nuestra profesión y nuestros archivos. Si trasciende lo contrario es que nos estamos equivocando en la forma de expresarnos.

13 noviembre 2006

Una visita al Archivo General de Indias.

Vicenta Cortés Alonso

Desde 1967, en que me trasladé de Sevilla a Madrid, no había vuelto a pisar al siempre recordado archivo de mis comienzos profesionales. Estaba al tanto de los cambios, las mejoras y también de las metas no conseguidas. Pese a ello, el volver a recorrer sus salas, oficinas y galerías, y sobre todo el depósito documental nuevo, me han producido una gran alegría porque significa que lo leído y escuchado era un avance hacia una meta que, como siempre está a cierta distancia.

Lo que más me ha gustado ha sido la ampliación de los espacios, de manera que la zona de trabajo es independiente del camino de los visitantes, pensando en cuando no teníamos despachos y estábamos en la ruta de los turistas. Además, como resultado de la gran obra que supuso La Informatización del Archivo General de Indias. Estrategias y resultados (1999), de Pedro González García, que se continúa sólo con ver el equipo con que trabaja el personal, de más de 50 personas, y los investigadores. Yo, nunca tuve máquina de escribir, lo mismo que mis compañeros, exceptuando el director, el secretario y la bibliotecaria.

Pero, si leemos la Bibliografía de los archivo españoles 1930-2000, tomo II de Los archivos españoles en el siglo XX: Políticas archivísticas y producción bibliográfica (2006), de Luis Miguel de la Cruz, publicada como la anterior por ANABAD, comprobamos que mucho de lo hecho no ha llegado a la imprenta (AGI, pp. 101-134). Sería sumamente útil que el AGI publicara, como lo hiciera en 1935 nuestro colega Juan Tamayo, entonces director, una Memoria acumulativa de los últimos veinte años. Así se lo dijimos, como solemos hacer en tales casos, a nuestra querida amiga y colega Isabel Simó, actual directora. Por lo menos, no nos sacó del archivo a cajas destempladas. Tiene temple.

12 octubre 2006

Carta de Joan Pi y respuesta de A. González Quintana

Mensaje enviado a Arxiforum por Joan Pi, Archivero de Sueca
Bienvenidos, yo también soy archivero de la función pública, Local, y comparto el escrito, sin embargo, creo que esta asociación sí que compite con las existentes, que son generales, y expongo (soís libres de aceptar el consejo, por descontado) que estas reivindicaciones ya se contemplan y se tramitan por las generales (de ahí que vayaís a competir), por tanto, la naturaleza de la agrupación vuestra societaria debería transformarse en SINDICATO DE ARCHIVEROS, como hicieron en su día para la defensa propia los médicos y la policía de la Administración Local o los pilotos de la aviación civil, recordad los réditos que sacan estos grupos laborales ajenos a los sindicatos también generales.De nuevo saludos cordiales y que todo sea para bien.
Joan Pi
Archivista de Sueca
Madrid, 06 de octubre de 2006

Respuesta de Antonio González Quintana
Muchas gracias por tu bienvenida y por tus consejos, aunque estos últimos, de momento, no los vamos a seguir. Te explico por qué. En primer lugar, ojalá existiese una asociación “general” de archiveros de ámbito estatal. Y digo ojalá no porque añore los tiempos preconstitucionales, sino porque, en algunas comunidades autónomas pequeñas, la única forma de sostener una asociación ha sido la de hacerla mixta (archiveros, bibliotecarios, museólogos y documentalistas) con las funestas consecuencias que esa mezcla tiene para el asociacionismo profesional, y los mensajes de arxiforum en estos días son la mejor prueba de lo que digo. En otros casos en los que se han organizado los archiveros independientemente, su escaso número les ha limitado en gran medida, siendo su único contacto con los colegas del resto del Estado el mantenido por los representantes de las distintas asociaciones en la Coordinadora de Asociaciones de Archiveros, que se reúne con escasa frecuencia.En segundo lugar, hemos querido constituir una asociación de funcionarios porque eso nos da un carácter profesional que, desgraciadamente, no encontramos en la titulación académica en archivística, de la que carecemos. A cambio, los procesos selectivos en todas las administraciones y organismos públicos ofrecen, hoy por hoy, la mejor homologación profesional, por la vía de unas exigencias de conocimientos y capacidades que, si bien son dispares, tienen una base común indiscutible y, sobre todo, garantizan que quienes los superan van a trabajar con archivos y con documentos de archivo. Entre los funcionarios archiveros no existen (salvo excepción que no conozco) confusiones de identidad como las que ha puesto a la luz el debate lanzado por el COBDC. Quizá este ámbito lo debamos extender a otros archiveros de las administraciones y organismos públicos que, siendo personal laboral, han accedido a una plaza catalogada para la que se han exigido conocimientos similares a los de los funcionarios; estamos estudiando la posible modificación de nuestros estatutos en este sentido.Queremos, en definitiva, tener un foro sin intermediarios que nos conecte con los colegas de todo el territorio del Estado. Creemos, por poner un ejemplo, que un archivero de la Administración General del Estado, en cualquier ciudad, tiene más en común con el resto de archiveros de la AGE, o con un archivero municipal de cualquier comunidad autónoma distinta de la suya, que con un archivero-bibliotecario-museólogo-historiador... de su vecindario, que trabaja para una fundación sin ánimo de lucro en labores de “técnico comodín en temas culturales”.Esa necesidad que sentimos de asentamiento de nuestra identidad a través del debate y del contraste de pareceres con otros colegas con los mismos cometidos y los mismos retos profesionales que nosotros, con total independencia profesional, sin distinción de ámbito geográfico dentro de España, es lo que nos ha llevado a crear una nueva asociación.En ningún caso hemos querido hacer, y no hemos constituido, un sindicato. Ni de nuestros estatutos ni de nuestros documentos publicados o de nuestras manifestaciones, propuestas o actitudes expuestas, se desprende ningún posicionamiento vindicativo de tipo laboral: ni subidas salariales, ni mejoras de las condiciones laborales, ni caja de resistencia, ni guarderías para nuestros hijos u otros salarios sociales..., ni de servicios sociales paralelos: ni grupo de montaña, ni asesoría jurídica, ni cursos de bailes de salón. Las peticiones que hacemos a los poderes públicos son tendentes a obtener mejoras para la profesión o para las instituciones archivísticas y, sobre todo, para sus usuarios. Sobre esas peticiones y sobre las propuestas relacionadas con las mismas que recogemos en nuestro manifiesto fundacional, es sobre las que nos gustaría centrar la discusión sobre nuestro “nacimiento”, y no tanto sobre lo que supuestamente somos o deseamos ser. Sin ser tan ingenuos como para pensar que los temas económicos o puramente laborales no tienen importancia, no es nuestro principal objetivo obtener grandes fortunas con nuestra profesión; si eso es lo que hubiéramos pretendido, probablemente, no la habríamos elegido. Desde luego no encontramos en los pilotos de líneas aéreas nuestro modelo a imitar; además, dudo que una huelga de archiveros de las administraciones colapsara económicamente el país.
Antonio González Quintana
Presidente de Archiveros Españoles en la Función Pública (AEFP)

05 octubre 2006

Carta abierta a las asociaciones profesionales de archiveros y a la comunidad archivística en general

Junta Directiva
Madrid, 19 de septiembre de 2006

Estimados colegas:

El pasado 25 de junio se constituyó la Asociación “Archiveros Españoles en la Función Publica” (AEFP). Esta nueva asociación profesional nace con el fin de aglutinar a los funcionarios de todas las categorías y cuerpos especializados en archivos que trabajamos para las distintas administraciones u organismos públicos y que compartimos la defensa de los archivos como servicios esenciales para la ciudadanía.

Lo que nos ha impulsado a crear esta asociación, que no trata de competir con las ya existentes asociaciones de archiveros, a las que individualmente pertenecemos muchos de los integrantes de AEFP, y a las que saludamos fraternalmente, es la necesidad, desde nuestro punto de vista, de iniciar una batalla en defensa de los archivos públicos en la que los archiveros de todas las administraciones y de todas las comunidades tengan una voz común en la exigencia de responsabilidades en la conservación y disponibilidad de los documentos de los organismos públicos, de modo que se garanticen la transparencia administrativa y el ejercicio de los derechos ciudadanos y se contribuya al conocimiento de la verdad sobre nuestro pasado reciente.

En primer lugar nos preocupa la tendencia, cada vez más extendida, a que los organismos públicos se desentiendan de sus documentos y contraten su gestión por empresas privadas; lo que hace cada día más difícil la exigencia de responsabilidades en las labores de guarda, custodia y disponibilidad de los documentos. La llamada externalización de servicios archivísticos impide, asimismo, garantizar el ejercicio de los derechos ciudadanos de acceso a la documentación de los organismos públicos o, en otro caso, garantizar la privacidad de los datos en ellos contenidos, como vemos ha sucedido con los documentos de la sanidad pública gestionados por algunas de esas empresas, sin garantía alguna de confidencialidad o respeto a la intimidad.
En segundo lugar, estamos muy preocupados por el discurso que se está dando en algunas políticas públicas en relación con el tema de la recuperación de la memoria histórica. Pues, si bien apoyamos toda iniciativa que trate de hacer una realidad el derecho a conocer la verdad y de responder al deber de recordar las atrocidades cometidas en el pasado, criticamos con firmeza cuanto pueda poner en entredicho el carácter y la función que los archivos han de desempeñar en esa labor, como herramientas insustituibles que son de testimonio de nuestro pasado.

Nuevas instituciones como los centros documentales de la memoria no deben llevarnos a pensar que desde los archivos ya no se puede hacer un trabajo de recuperación de la memoria y que son necesarias otras formas de afrontar esto de modo más dinámico o más "moderno" en las que los fondos de los archivos se podrían diluir. Al respecto conviene recalcar el carácter diferencial del documento de archivo en relación con bibliotecas o centros de documentación, y en el valor añadido que supone la preservación de su contextualidad. Además, algunas iniciativas de gran impacto mediático pueden desviar la atención sobre la situación de abandono extremo de importantísimos archivos: los de los tribunales militares sobre todo, absolutamente claves para conocer la represión franquista; o sobre la pérdida de algunos otros de los que no tenemos noticias desde el comienzo de la Transición, como el del Servicio Central de Documentación (SECED), de la Presidencia del Gobierno, fundamental para conocer la actuación de los servicios de información a partir del los años sesenta; o sobre la falta de iniciativas en cuanto a la, a nuestro entender, inaplazable desclasificación de los fondos de inteligencia militar conservados en los archivos militares.

En nuestra opinión, sólo una política archivística que asegure las infraestructuras y los medios humanos necesarios para un tratamiento adecuado de los documentos de las administraciones y organismos públicos junto con una labor profesional de los archiveros, independiente de presiones políticas y basada en un fuerte compromiso ético con la sociedad para la que trabajan, nos permitirá, a todos los ciudadanos, el acceso al conocimiento de los testimonios del pasado que conservan los archivos y el ejercicio de nuestros derechos individuales y colectivos que los archivos sustentan en nuestra convivencia diaria.

Así, hemos elaborado el “Manifiesto en Defensa de los Archivos Públicos”, que se puede consultar en nuestro sitio web http://www.aefp.org.es/FR_mani.html o en nuestro blog http://archiverosefp.blogspot.com/, al final del cual proponemos la creación de una Plataforma en Defensa de los Archivos Públicos, que fortalezca la base social de esta batalla que, si bien la iniciamos los archiveros, afecta a otos múltiples colectivos.

A tales efectos, proponemos la discusión del manifiesto elaborado por nosotros a todos los interesados en la creación de la plataforma y sobre las ideas anteriormente expuestas.

Antonio González Quintana

Presidente de Archiveros Españoles en la Función Pública (AEFP)

25 agosto 2006

Manifiesto en Defensa de los Archivos Públicos

Texto aprobado por la Asamblea General Extraordinaria de Archiveros Españoles en la Función Pública (AEFP) el día 6 de julio de 2006


Los archivos públicos son elementos esenciales en la Sociedad Democrática como garantes de derechos y obligaciones, como soportes imprescindibles de la transparencia administrativa y como fuentes testimoniales insustituibles de la memoria colectiva. Por ello, los entendemos no sólo como los lugares de custodia de los documentos antiguos de reconocido valor testimonial, fundamentalmente usados como fuentes para los estudios históricos, sino como los servicios administrativos encargados de gestionar el tratamiento de los documentos públicos desde que son generados hasta su destrucción o selección para una conservación indefinida.

Estas garantías documentales únicamente pueden darse en la medida en que:
1.- Se asegure una correcta conservación de los documentos públicos,
2.- Se regule, de forma clara y precisa, la posibilidad de eliminación de aquellos que hubieran perdido toda validez, no sólo desde el punto de vista de las obligaciones y derechos derivados de actos administrativos, sino también desde el punto de vista del seguimiento de las actuaciones de los organismos públicos y la hipotética exigencia de responsabilidades; independientemente de su posterior valoración para ser conservados, o no, de acuerdo con su valor informativo como fuente para la historia.

La posibilidad de acreditar documentalmente los derechos individuales derivados de las actuaciones administrativas está íntimamente relacionada con una buena organización de los archivos como servicios públicos y con la accesibilidad a los mismos, tanto desde el punto de vista legal, como de la organización y descripción de los documentos. En sentido contrario, el respeto al honor, a la intimidad personal y a la propia imagen sólo puede quedar a salvo en la documentación que custodian los archivos, si se garantizan su control y su seguridad mediante una gestión profesionalizada, basada en la independencia en la actuación técnica de los archiveros.

Los archivos públicos son, en definitiva, un elemento esencial para hacer efectivos los derechos y deberes de los poderes públicos y de los ciudadanos y constituyen un elemento más del Estado de Bienestar. Los archivos son mucho más que un lugar de investigación sobre el pasado remoto, abierto sólo a un reducido número de eruditos. El apoyo a su promoción, modernización y desarrollo debe venir impulsado por el convencimiento ciudadano de que archivos y archiveros son herramientas al servicio de la comunidad.

Las relaciones jurídicas, deberes y derechos de los ciudadanos que quedan bajo la legislación y reglamentación estatal, de las Comunidades Autónomas o de las Corporaciones locales, así como los procedimientos de control y respaldo por cada una de estas Administraciones a la actividad de las personas físicas y jurídicas privadas, tienen que quedar en todo momento documentados, resguardados y garantizados por los organismos estatales, autonómicos y locales. En consecuencia, sus archivos han de ser gestionados con eficacia y seguridad, de tal modo que el derecho del particular o entidad que haya establecido una relación jurídica con cualquiera de los tres rangos de la Administración pueda ser en todo momento exhibido y exigido, y el acceso a los documentos que registran la vigencia de tal derecho sea siempre posible y ágil, salvados los bienes jurídicos fundamentales que protege la Constitución (seguridad, persecución de los delitos, honor e intimidad). Así pues, los archivos de organismos y entes oficiales tienen que ser objeto de atención primordial e indeclinable de la regulación, gestión y responsabilidad de las Administraciones públicas.

Sin embargo, la trascendencia que tiene una correcta administración de los documentos de las Administraciones Públicas sobre la vida cotidiana de las personas y sobre la convivencia de un pueblo, sólo se percibe de una manera plena cuando los ciudadanos no pueden obtener los testimonios documentales que necesitan. Esto se hace aún más patente en el caso de la administración electrónica en la que, cada vez más, se pone de manifiesto la indefensión de los ciudadanos ante una gestión de la información, reducida a un ámbito críptico que la sitúa al margen de la regulación que afecta a los documentos convencionales. Los poderes públicos deben garantizar que las enormes ventajas que la administración electrónica puede aportar en cuanto a una mayor eficacia, agilidad y transparencia de sus actos no menoscaben, en ningún caso, los logros democráticos consolidados en los últimos años en cuanto a la preservación y la disponibilidad de los documentos públicos y, en consecuencia, en su uso por los ciudadanos como herramienta fundamental para el ejercicio de sus derechos.
Teniendo en cuenta estos principios,

DENUNCIAMOS:

1.- La carencia de una Ley de Archivos específica en el ámbito estatal y en el de algunas Comunidades Autónomas, que por su propia competencia están obligadas a regular sus propios archivos y los de sus entidades locales; leyes en cuyos textos respectivos es necesario que se concreten, de forma plena, las garantías anteriormente apuntadas. En particular consideramos muy negativa la acumulación de lagunas y de contradicciones que, a nuestro juicio, presenta la legislación en cuanto al acceso a los documentos.

2.- La ausencia de infraestructuras y medios humanos (especialmente grave es la insuficiencia de profesionales) que garanticen la conservación de los documentos públicos, sea cual sea su soporte, en tanto subsista su valor probatorio de derechos y obligaciones de las personas o de las administraciones, así como la inexistencia de procedimientos para una correcta selección y eliminación de documentos, que aseguren que no serán destruidos sin la aprobación de la autoridad competente definida en la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español o en las diferentes leyes autonómicas. Particularmente preocupante es la inoperancia de la mayoría de las comisiones calificadoras de documentos de los diversos rangos administrativos, así como la carencia de un estudio sobre el impacto de las nuevas tecnologías en lo que concierne al valor jurídico del documento electrónico, las garantías de su conservación y el acceso al mismo.

3.- La falta de desarrollo legislativo en cuanto a la definición y regulación del Sistema Español de Archivos. Hemos de destacar la laguna esencial que constituye la inexistencia de un Reglamento de Archivos Estatales que la propia Ley 16/1985, del Patrimonio Histórico Español, estipulaba que debía ser elaborado en el plazo máximo de un año a partir de la publicación de aquélla. Especialmente preocupantes son dos situaciones:
a) La existencia de un denominado Centro de Almacenamiento de Documentación Administrativa (CADA), dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda y cuya ejecución y gestión se ha encomendado a la Sociedad Española de Gestión de Inmuebles de Patrimonio, sin que existan normas reguladoras de su situación jurídica ni de sus funciones, o de sus ámbitos competencial y de actuación.
b) La indefinición en la que han quedado, a partir de los cambios político-administrativos vividos en España en los últimos veinticinco años, los archivos que han venido desempeñando las funciones de archivos intermedios e históricos de la Administración General del Estado (AGE) en cuanto a su dependencia, su ámbito competencial y su gestión, así como sobre sus relaciones con los organismos productores de los documentos que reciben, custodian y tratan. Esto es especialmente grave cuando nuestra Constitución reserva para el Estado la legislación sobre archivos estatales, mientras que la gestión de los mismos puede ser desempeñada por las Comunidades Autónomas; reparto de competencias que con enorme frecuencia se ve desvirtuado por decisiones unilaterales y situaciones de hecho, por lo general debidas a las propias Comunidades. De derecho, las normas reguladoras no han cambiado en este tiempo pero, de facto, se está reconduciendo en la práctica la función de estos archivos, alterando los fines para los que fueron creados.

4.- La ausencia de regulación para importantes archivos públicos como los archivos judiciales militares, lo que produce una fuerte inseguridad en cuanto a su correcta conservación y una desigual respuesta a las demandas de acceso. Tanto en el Reglamento de Archivos Militares de 1998 como en el Reglamento de Archivos Judiciales de 2003 estos archivos han quedado fuera de los respectivos ámbitos de aplicación, siendo así que ha quedado en una especie de limbo jurídico y sin dotación económica o de personal alguna, uno de los conjuntos de mayor valor informativo sobre la Guerra Civil y la Represión Franquista y que, sobre todo, es elemento esencial para aportar pruebas documentales para el reconocimiento de derechos a los solicitantes de indemnizaciones reconocidas a las personas que sufrieron prisión por motivos políticos, como víctimas de la represión.

5.- La imposibilidad de que los archivos cumplan su papel social sin una decidida ampliación de sus servicios y, en concreto, de sus horarios de apertura que, inexplicablemente, se circunscriben, en muchos casos, a un tiempo limitado, y en ocasiones mínimo, de mañana, sólo de lunes a viernes, haciendo así casi imposible su uso por la mayoría de los ciudadanos.

6.- La ausencia de criterios de homologación entre los diversos cuerpos de profesionales de los archivos existentes en las distintas Administraciones y organismos públicos, lo que redunda negativamente en la presencia de estos cuerpos en las plazas que les serían propias.

7.- La inadecuación de los temarios de oposiciones a las necesidades reales de los centros que han de gestionar los futuros archiveros. Especialmente preocupantes son, al respecto, los cambios inexplicables en los temarios de oposiciones a los cuerpos facultativo y de ayudantes de archiveros del Estado, publicados en 2006, que acentúan aún más la distorsión del perfil requerido para el acceso a las plazas de archiveros con relación a las funciones a desarrollar en los puestos que van a ocupar y en consecuencia con su futuro papel en la AGE. Esta desconfianza se extiende a algunas oposiciones de ámbito autonómico y a muchas de las de ámbito local.

8.- La cada vez más debilitada carrera administrativa de los funcionarios archiveros, a causa de la utilización abusiva de los procedimientos extraordinarios (comisiones de servicios y adscripciones provisionales) de adjudicación de puestos de trabajo técnicos; lo que, además, actúa en detrimento de la excelencia profesional, que debería quedar asegurada por una pública y transparente selección de candidatos, en función de los méritos alegados, juzgados en concursos limpios.

9.- Las políticas de nombramientos de los responsables de servicios archivísticos o de directores de archivos, que, en algunos casos, llevan a pensar que tales designaciones están basadas más en la previsible fidelidad personal a quienes hacen los nombramientos que en el prestigio profesional o en la experiencia contrastada de los elegidos.

10.- La falta de un cauce académico homologado para la práctica de la profesión de archivero/a, en concreto la inexistencia de una titulación universitaria propia, por la que viene abogando desde hace años el colectivo profesional de archiveros; y la intrascendencia de titulaciones universitarias de segundo ciclo basadas en asignaturas adjetivas, auxiliares, superfluas y coyunturales, quizá válidas para la formación de otros profesionales pero acusadamente deficientes en la enseñanza de lo que son los archivos y los documentos públicos.

11.- La ausencia de una institución archivística de ámbito estatal que sirva de oferta para la recogida y gestión de los depósitos o las donaciones que puedan hacer las entidades privadas de ámbito estatal como partidos políticos, sindicatos, congregaciones religiosas, federaciones deportivas, organizaciones no gubernamentales o cualesquiera otras asociaciones que deseen utilizar las infraestructuras archivísticas del Estado como destino final de su patrimonio documental.

12.- Las políticas de gestión del patrimonio histórico documental aparentemente orientadas, tanto en el ámbito estatal como autonómico, por coyunturales intereses electorales; o de rentabilidad política inmediata, con el perjuicio consiguientemente ocasionado a la independencia de los profesionales de los archivos. Consideramos especialmente grave el precedente que ha supuesto la ocupación policial del Archivo General de la Guerra Civil el pasado día 19 de enero de 2006 con el pretexto de hacer cumplir la Ley 21/2005, de 17 de noviembre, de Restitución a la Generalitat de Cataluña de los documentos incautados con motivo de la Guerra Civil, desposeyendo de sus prerrogativas al director del citado archivo y limitando la movilidad y la actividad laboral de los trabajadores del centro, en una intervención completamente desproporcionada, por cuanto no había razón alguna para pensar que los funcionarios del archivo no iban a actuar dentro de la legalidad y que no iban a llevar a cabo las decisiones adoptadas por las autoridades competentes: no eran los trabajadores del centro una amenaza al cumplimiento de la Ley, en todo caso, si había alguna oposición, se situaba fuera del centro.

13.- El uso, cuando menos poco riguroso o ambiguo, del concepto de “memoria histórica”. Nos manifestamos a favor de todas aquellas iniciativas que contribuyan a ahondar en el conocimiento de nuestro pasado más reciente y compartimos la necesidad de que sean rehabilitados, en nombre del Estado todas las víctimas de la violencia política en la Guerra Civil, la Dictadura Franquista y la Transición, pero consideramos injustificado que ciertas políticas de “recuperación de la memoria” atribuyan un equívoco papel a los archivos, que terminan equiparándose a los centros de documentación; instituciones que, en tanto que suponen una selección documental, claramente se prestan para ser interpretadas como instrumentos para la “reconstrucción de un pasado a la medida de determinados intereses políticos”; por muy legítimos que estos sean, recordemos que “la Historia no la escriben los políticos sino los historiadores.




Por lo tanto,

PROPONEMOS:

1.- Elaboración de una Ley de Archivos de ámbito estatal que armonice las contradicciones existentes en múltiples y dispersas disposiciones y que dé solución a los problemas aún no abordados, y entre otros, que incluya la creación de un Consejo de Archivos que coordine de forma efectiva a todos los de las Administraciones Públicas, de cualquier rango que estas sean.

2.- Elaboración de una Ley de Libertad de Información que armonice la dispersa y a veces contradictoria normativa existente sobre acceso y garantice el derecho de acceso a los documentos públicos a través de procedimientos administrativos y recursos de rápida tramitación y resolución. En particular y por afectar a derechos fundamentales reconocidos en la Constitución, como el derecho al honor y la intimidad, habrá de revestir rango de ley orgánica, con el fin de conciliar el derecho de acceso con las disposiciones sobre protección de datos de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal. La aplicación, a partir de octubre de 2007, del régimen de protección de datos de esta citada Ley Orgánica 15/1999 a los ficheros no automatizados preexistentes implicaría, en el momento actual, la eliminación y no accesibilidad de fuentes hoy consideradas básicas para la investigación y la memoria históricas, y ello constituye un escollo a salvar con urgencia.

3.- Desarrollo Reglamentario de la Ley 16/1985 en cuanto a los archivos de titularidad estatal y elaboración del Reglamento de Archivos Judiciales Militares, o revisión del Reglamento de Archivos Militares de 1998, para que puedan aquellos ser incluidos en el ámbito competencial del mismo.

4.- Regulación del Sistema Español de Archivos, como conjunto de todos los archivos dependientes de los Poderes y Administraciones públicas y, dentro de él, del Sistema Archivístico de la Administración General del Estado.

5.- Adscripción de los archivos públicos a los departamentos competentes en materia de organización en las distintas administraciones; en la Administración General del Estado al Ministerio de Administraciones Públicas, si bien para gozar de una mayor proyección sobre todo el sector público, incluyendo los órganos constitucionales, sería más adecuada la dependencia de la Presidencia del Gobierno.

6.- Reconducción del proyecto “Centro de Almacenamiento de Documentación Administrativa (CADA)” hacia su integración en el Sistema Archivístico de la AGE.

7.- Elaboración de un Plan de Infraestructuras archivísticas que conduzca, entre otros fines, a la descongestión de las infraestructuras saturadas como el Archivo Histórico Nacional y el Archivo General de la Administración.

8.- Creación de una Agencia de Archivos Nacionales, que integre en una red única a todos los archivos civiles y militares de carácter nacional.

9.- Reestructuración de la Junta Superior de Archivos para convertirla en una auténtico órgano asesor y coordinador de los sistemas de archivos públicos españoles, cuya composición y funciones sean orientadas por criterios profesionales y en la que estén representadas las autoridades archivísticas central y autonómicas así como los colectivos profesionales de archiveros de todas las comunidades del Estado.

11.- Dotación de las plantillas y de los medios materiales y económicos que permitan la ampliación del tiempo de apertura de los archivos públicos, extendiendo ésta de lunes a sábados en horarios de mañana y tarde.

10.- Adscripción interdepartamental de los cuerpos funcionariales de las administraciones públicas especializados en archivos.

11.- Homologación de criterios para la selección de archiveros en las distintas administraciones públicas.

12.- Desarrollo de un cauce universitario adecuado, tanto en un primero como en un segundo ciclo, para la capacitación profesional en la organización y tratamiento de archivos, mediante una representación sustantiva, digna, seria y suficiente de las disciplinas académicas adecuadas para la comprensión y gestión de los archivos públicos y privados, y abarcando los estudios de Archivística como ciencia instrumental inexcusable.

13.- Reconocimiento de la independencia de los archiveros en su trabajo científico o técnico.

14.- Definición de la carrera administrativa de los funcionarios de los cuerpos de archiveros garantizando sus posibilidades de promoción y determinando los niveles considerados de “confianza política” que supondrían la limitación de la mencionada posibilidad de promoción basada en los méritos profesionales. En concreto las plazas vacantes deberían ofertarse en concursos de méritos, convocados regularmente.

15.- Puesta en marcha de una auténtica política de gestión de nuestro pasado inmediato, potenciando el valor de los documentos conservados en los archivos como fuentes primarias imprescindibles para acercarse al conocimiento de la verdad sobre los hechos ocurridos.

16.- Generación de un instrumento para la recogida de información y protección del patrimonio documental privado de singular relevancia, para su inclusión en el Inventario General de Bienes Muebles.

17.- Creación de las infraestructuras necesarias para la gestión de los fondos documentales privados que puedan incorporarse a los archivos estatales.


Por nuestra parte, como asociación,

NOS COMPROMETEMOS A:

1.- Elaboración y seguimiento de un código ético para los archiveros de la función pública sustentado en los principios de respeto a la legalidad, independencia en la actuación, respeto a los derechos humanos e igualdad de trato a los usuarios de los archivos.

2.- Puesta en marcha desde la asociación “Archiveros Españoles en la Función Pública” de una plataforma en defensa de los archivos públicos, a la que invitamos a sumarse al resto de asociaciones de archiveros, a las asociaciones ciudadanas de consumidores y usuarios, a las organizaciones sindicales, a los partidos políticos y a cuantas personas y entidades, públicas o privadas, compartan el contenido de este manifiesto.

Presentación de la Asociación

Junta Directiva
Archiveros Españoles en la Función Pública se constituye como Asociación profesional destinada a agrupar a cuantos archiveros hayan accedido como funcionarios al servicio de las diferentes administraciones públicas y de los restantes organismos del sector público en España y que compartan y asuman los principios y objetivos declarados en estos Estatutos.

Archiveros Españoles en la Función Pública tiene por objeto fundamental promover el desarrollo profesional de sus asociados y el de los servicios a ellos encomendados, así como fomentar la defensa de los archivos públicos como garantes de la transparencia administrativa y de la defensa de los derechos ciudadanos. Carece de finalidad lucrativa y dedicará los beneficios eventualmente obtenidos al desarrollo de sus actividades.
Se ocupará de:
1.- Asistir y representar los intereses y derechos de los asociados en sus tareas profesionales excluyendo cualquier actividad de carácter sindical.
2.- Promover la mejor formación de los profesionales de los archivos públicos así como la creación y mejora de los mismos.
3.- Señalar las condiciones profesionales y técnicas para el desempeño de las tareas archivísticas en el sector público y promover el acceso a la función pública de los archiveros y técnicos de archivos en condiciones de igualdad a partir de una justa y ecuánime valoración de conocimientos y méritos.
4.- Fomentar las relaciones profesionales de los asociados.
5.- Fomentar el establecimiento de los mecanismos que aseguren la correcta preservación y el adecuado acceso a los documentos públicos por parte de los ciudadanos en orden a garantizar el ejercicio de sus derechos.
6.- Fomentar la defensa del Patrimonio Documental como bien cultural tanto ante las instituciones públicas como ante los ciudadanos.
7.- Fomentar un comportamiento profesional de los archiveros públicos sujeto a los códigos éticos profesionales al uso y a unas pautas generales de actuación siempre respetuosas con la Declaración Universal de Derechos Humanos, apoyando la objeción de conciencia y la desobediencia a cualquier orden superior que implique la realización de una actividad documental ajena al respeto de tales principios.
8.- Establecer cauces de información y colaboración con instituciones públicas competentes en la gestión de documentos y en la administración de archivos.
9.- Representar a los miembros de la asociación